En el estudio, los científicos japoneses han analizado 4704 ballenas cazadas por el Programa de Investigación Japonés de Ballenas desde 1987 a 2005. Concluyen que el grosor de la grasa coporal de las ballenas se ha reducido en un 9 por ciento en esos 18 años.
Sugieren que puede deberse a el calentamiento global y la reducción de la población de krill asociada, y a competencias con otras especies de ballenas, o una combinación de los dos factores.
Los autores dicen que matar a las ballenas es la única forma en que pueden medir esto. Pero otros científicos y los grupos ecologistas lo niegan.
Scott Baker, del Intituto de mamíferos marinos de la Universidad de Oregon, Estados unidos. Dice que las biopsias y otros métodos no letales como fotografías o análisis genéticos serían efectivos para medir la salud de una ballena y la calidad de su alimentación. Y cuestiona que la reducción de la grasa coporal, reportada por los japoneses, sea significativa.
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